La noche en la que cerca estuve de no salir

Llegaba sábado por la tarde y mis amigos de comunicaban la mala noticia: ¡¡no salían por la noche!!. De inmediato, saltaban todas mis alarmas de peligro. Además, el domingo a las nueve de la mañana tenía que estar ya manos a la obra, o mejor dicho, al teclado. Por un momento, incluso pensé en quedarme en casa, en no salir de marcha. ¡Increíble!. Sopesé, un fin de semana, la posibilidad de, en muchos meses, tal vez en años, no salir, no visitar la ‘Movida’. ‘¡Inaudito!. Sabía que el momento podía llegar, el instante en que un mal pensamiento me plantearía quedarme en casa… Pero rápidamente me rehice. Por fortuna, conseguí convencer ‘in-extremis’ al amigo incondicional de la ‘Movida’, tanto como yo, para que me acompañase en mi peregrinaje. Finalmente, de forma inesperada, otro amigo y su novia también se apuntaron. «De ‘tranqui’, eso sí», pensé, «que mañana hay que madrugar».

Son las seis y media de la madrugada, una vez más, de nuevo sentado en un banco de La Rosaleda, otra vez comiendo churros que misteriosamente caían al suelo atraídos por no sé que extraña gravedad o falta de coordinación de mis manos y mi boca. En poco más de un par de horas, tenía que estar justo en frente tecleando. Y pensar que estuve cerca de no salir, de quedarme en casa. ¡Buff! menos mal. Espero no tener en mucho tiempo estas malas ideas. Mañana, bueno mejor dicho en un rato, no sé que en qué estado puedo encontrarme, pero como suele decirse «que me quiten lo bailao». Y gracias a los tres amigos y a las tres recientes amigas que aguantaron de forma estoica mi efusivo comportamiento en la noche en la que estuve a punto, a punto, de no salir. Os dedico esta columna.

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